He aquí un cuento de mi invención tomando como modelo uno de los del libro de Patronio.
Otros
cuentos del libro de Patronio
Era
una mañana clara y fresca. El campo entero interpretaba la sinfonía de la
primavera, y por entre las arrogantes flores abiertas caminaban el conde
Lucanor y el criado de éste, Patronio. El conde andaba ese día algo taciturno,
con la mirada perdida en las azules montañas de su propiedad. Patronio,
habiéndose percatado de este comportamiento, preguntóle por la causa de su reserva.
- Decírtelo he, Patronio, puesto
que este dilema mío lleva días devorando mi cabeza y no encuentro solución que
darle.
- Hable sin miedo, mi señor, sabe
usted que soy todo oídos y mi boca está sellada.
- Acontece, Patronio, que nos
encontramos en el inicio de un conflicto entre nuestros dos condados vecinos,
Polas y Trales. Otrero, el conde de Polas, ha encontrado provecho en desviar el
río que discurría por las tierras de Trales para que lo haga ahora por las
suyas, con el consecuente enfado e irritación del conde de Trales y todas sus
gentes, labriegos honrados que ahora no tienen manera de cultivar comida para
su sustento. Otrero se niega a hacer retornar el río a su antiguo cauce,
alegando que éste se encuentra en sus tierras y por ello puede hacer lo que le
plazca. Ambos condes se han dirigido a mí rogando mi apoyo, y no sé qué hacer.
- Señor, escuchándole describir
esta difícil situación me ha venido a mente un relato que ilustra el camino
que, a mi cuidar, deberíais seguir. Trata de lo acontecido entre dos vecinos de
un pueblo de Sevilla. Uno de ellos poseía un gran número de gallinas, de las
cuales estaba muy orgulloso. Sin embargo, un día advirtió que tenía menos aves
que el día anterior, entretanto que las de su vecino parecían haber aumentado
en número. Acercóse a hacerle una visita y preguntóle por el origen de sus
nuevas adquisiciones, a lo que su vecino contestó que todas sus viejas gallinas
habían sido obtenidas honradamente y que desconocía el origen de las nuevas. El
hombre no quedó del todo convencido, pero al no encontrar argumento suficiente decidió
retornar a su casa, irritado. Esa misma tarde fue a hacerle visita un amigo, al
que contó con detalle lo ocurrido. Éste le dijo que sospechaba también del
vecino, al que describió como un personaje con malas intenciones y un historial
de pequeños hurtos. Todo ello era falso, puesto que, en realidad, había sido el
amigo el causante del cambio de sitio de las gallinas. Éste estaba interesado
en la disputa entre los dos vecinos, ya que sabía que obtendría recompensa si
ayudaba a esclarecer los hechos favoreciendo a su amigo. Por tanto, no descansó
hasta conseguir que el vecino de su amigo fuera inculpado por el robo de las
gallinas y obligado a devolverle a éste el número doblado de las que se le
acusaba de haberle sustraído. El beneficiado quedó inmensamente agradecido para
con su amigo y le ofreció la mitad de aquellas gallinas y un manto en señal de gratitud.
>>Vos, conde Lucanor,
podríais ser el amigo de la historia, avivando discretamente la disputa y
presentándose después como mediador a favor de uno de los dos condes, pues es mayor
la recompensa cuanto mayores han sido las penalidades que se han ayudado a
resolver.
Quedose
el conde un momento pensativo, tras lo que contestó:
- Patronio, tus consejos siempre
han sido sensatos y siguiéndolos he conseguido evitar males y me ha sonreído la
fortuna. Haré como sugieres con tan acostumbrado buen criterio.
El
conde, en efecto, obtuvo una recompensa por aquello que hizo consistente en parte
de las tierras del condado triunfador y parte de su cosecha. Como ilustra el
refrán: “A río revuelto, provecho de pescadores”.
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