Españelín estaba al borde de la ruina. Estaba endeudado hasta las trancas, sus habitantes eran más pobres que las ratas, el estado no tenía dinero para pagar a nadie, y las protestas y manifestaciones continuaban días tras día mientras los políticos vivían a cuerpo de rey. El país necesitaba ser intervenido urgentemente por una comunidad supranacional. Un día, apareció una mujer joven, menuda y vivaz, que se distinguía de los habitantes de Españelín por ser la única que sonreía. Pidió ver al presidente para darle una buena noticia, y en seguida la hicieron pasar. Una vez allí, la misteriosa desconocida anunció que tenía la solución para evitar la ruina de Españelín. Y, acto seguido, sacó de su mochila hippie una pequeña flauta. “Basta con que toque mi flauta para que la gente saque su dinero negro y lo declare a hacienda”. El presidente no pudo menos que echarse a reír ante tal disparate. Sin embargo, aquella mujer parecía hablar en serio, y la situación de Españelín no era como...