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Stonehenge: historia de una foto

La semana pasada algunos de nosotros estuvimos en Inglaterra, y en la parada que hicimos en nuestro viaje de Exmouth a Londres visitamos Stonehenge.

Sólo tuvimos 20 minutos para contemplar ese enigma de 5.000 años, construido por nuestros antepasados fuera de toda lógica: está formado por monolitos de más de 50 toneladas provenientes de lugares a 20 y hasta 250 kilómetros de distancia. ¿Cómo pudieron cargar con ellas con los medios de los que disponían en aquella época (el Neolítico)? ¿Por qué se las trajeron de tan lejos, y de sitios tan diferentes?
Y, lo más sorprendente de todo, nadie sabe aún para qué se usaba. Hay varias teorías que puede que estén cerca: pudo haber sido un templo, un monumento funerario, un observatorio astronómico de increíble precisión...

Hoy en día está prohibido pasear entre las piedras; sólo puedes hacer un recorrido circular a su alrededor, aunque algunos ya se contentan con verlo de lejos.

Me detuve en la parte del camino más cercana al monumento. El sol brillaba, pero el aire y la hierba aún estaban impregnados por el frescor de la lluvia de la noche anterior. Dos pájaros volaban entre las enormes rocas, y un escalofrío me recorrió la espalda al pensar que, probablemente, un ser humano estuvo de pie sobre el mismo sitio cinco mil años antes, contemplando lo mismo que yo, su aliento convirtiéndose también en vaho y flotando en el aire unos segundos. Con la única diferencia de que, para él, aquella construcción no era un enigma.

En seguida me apartaron; aquella era la zona más solicitada para las fotos, y estaba estorbando. Entonces miré a mi alrededor, y comprobé que nadie estaba viendo Stonehenge como yo: todo el mundo lo hacía a través de una cámara, o bien le daban la espalda para hacerse selfies o mirar al fotógrafo.

Continué por el camino y me volví a parar en una zona más alejada y menos concurrida, que no menos bonita. Y entonces eché una foto. Nada de "aquí los dos monumentos", o el típico "puedo cogerlo con dos dedos" o "mira, mira qué bonitas eran las piedras". Simplemente 5.000 años de historia condensados en un solo instante.


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